viernes, 10 de abril de 2009

Editorial

La Sociedad de la Nieve

María Julia Pou

En estos días se ha estrenado en nuestro país la película acerca de la historia de los uruguayos que sobrevivieron en los Andes.

Quienes recordamos aquellos días de los años setenta -en nuestra plena juventud- no podemos menos que emocionarnos cada vez que vuelven a nosotros -a través de cualquier medio- aquellos episodios que protagonizaron aquel puñado de compatriotas que nos hicieron sentir orgullosos a todos de contarlos entre lo nuestro.

No vamos a hacer un análisis desde el punto de vista cinematográfico de la película y no solamente porque no tenemos la formación necesaria para ello, sino porque cuando el impacto emocional es de enorme dimensión carece de importancia toda referencia a las técnicas o efectos visuales.

Hoy queremos referirnos a la lectura profunda a que nos lleva el episodio que nos invita a compartir esta puesta en pantalla, de lo que no vacilamos en calificar de epopeya. Consideramos que las lecciones de vida que desde la nieve se nos brindan son intemporales: el aceptar al otro tal cual es, con sus defectos y sus virtudes, con su coraje y su miedo, con su desprendimiento y con su humana preocupación por sí mismo. En la nieve -como en una tragedia de Shakespeare- todo lo humano estuvo presente y es por eso que las lecciones son permanentes. Pero hoy nos parece que es oportuno mencionar los valores que compartían quienes viajaban en aquel vuelo hacia Chile.

Siempre hemos pensado y hoy -a la luz de más años, o de mayor experiencia vital, como quiera interpretarse- la lectura que hacemos del funcionamiento de aquella sociedad de la nieve es que fue una exitosa prueba para la formación que habían recibido aquellos muchachos y que la compartían con sus familias.

Es en situaciones límite que el ser humano deja ver su esencia, muestra lo mejor de sí mismo así como es en esas circunstancias que nuestras debilidades -nuestros egoísmos- se deslizan en nuestros actos y se nos hace difícil actuar de forma solidaria.

Pero aquel puñado de jóvenes nos trajo la historia completa de la victoria de la fe sobre la adversidad, la supremacía de los valores eternos del hombre sobre lo que quedará en anécdota.

La importancia del sostén familiar en los momentos difíciles, la evidencia del valor del fortalecimiento de la educación de la voluntad frente a las situaciones que parecen superarnos.

Por todo esto hemos creído de toda justicia rendir homenaje no sólo a los protagonistas de aquel drama -a todos, los que volvieron y los que quedaron en la nieve, más cerca del cielo- a sus familias que compartiendo el dolor, nos mostraron la fortaleza de la fe, al colegio que los formó y los preparó -sin siquiera sospecharlo- para las situaciones más difíciles.

Y por último, decir de una vez por todas que en la sociedad de la nieve estábamos todos los uruguayos.

Que debemos seguir los pasos de Parrado y Canessa, que no se entregaban, como no debemos claudicar nosotros en las batallas que tengamos por delante en nuestras vidas.

Cuando el objetivo es la vida misma todos los esfuerzos valen la pena, con nieve o con sol, pero valen la pena. Gracias una vez más a quienes fueron parte de aquella única sociedad…

El País Digital

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